Tengo que confesar que nunca antes había hecho un trekking hasta llegar a Sapa, capsule en el extremo norte de Vietnam. Y que realmente no había pensado viajar hasta este rincón con esa intención. Sabía que tenía rutas que eran una pasada pero no me planteé hacer una de ellas. Sin embargo, días antes, durante una excursión que hicimos por la impresionante Bahía de Halong, conocimos a una pareja de Cataluña que nos aconsejó hacerlo. Así que al final nos animamos.

Situado en un valle precioso muy cerca de la frontera con China, Sapa fue levantado en 1922 como puesto militar. Los diferentes conflictos que han asolado Vietnam a lo largo de su historia hicieron que Sapa casi fuera eliminada del mapa. La II Guerra Mundial, los enfrentamientos con los franceses y EEUU o el conflicto en la frontera china en el 79 también dejaron sus huellas. Ha sido la llegada del turismo en los últimos años la que ha hecho resurgir esta zona.

Llegar a Sapa supone dedicarle tiempo. Existen trenes que viajan hasta Lao Cai desde Hanoi, pilule la capital del país. Aunque salen trenes en esa dirección en distintos horarios, como duran una eternidad (unas 10 horas) la mejor opción es tomar uno de los trenes nocturnos, con coches cama, y así aprovechar esas horas durmiendo. Y eso fue lo que hicimos. Los billetes de tren los compramos directamente a través del hotel donde nos quedábamos en Hanoi, el Prince Hotel 3 (o los del hotel están engañando al personal o han hecho una reforma completa, pero os aseguro que la habitación en la que nos quedamos no tiene nada que ver con las fotografías que aparecen en la web!). Nos consiguieron de segunda clase con aire acondicionado en compartimentos de madera (24$ cada uno el trayecto de ida). El compartimento, para cuatro personas, lo ocupaba también una pareja de amigos canadienses.

Llegamos a Lao Cai a eso de las 9 de la mañana y tal como salimos del tren se abalanzaron sobre nosotros decenas de locales para ofrecernos transporte hasta Sapa, a una hora de carretera de Lao Cai. Finalmente nos decantamos por un mini bus que decidió no salir de allí hasta no tener más que repleto el aforo. Aunque la carretera está llena de curvas y es en ascenso (hay que recordar que Sapa se encuentra en la montaña en frontera con China), algunos (los menos) logramos sobrevivir a las náuseas y llegar frescos al pueblo.

Pedimos que nos dejaran directamente en el Hotel Mountain View, donde la pareja catalana de la Bahía de Halong nos aconsejó contratar el trekking. Tras negociar con uno de los recepcionistas del hotel, decidimos contratar un trekking de dos días con “homestay”. Esto es, alojándonos en alguna de las casas locales que hay preparadas en una de las aldeas que recorreríamos. Nos dijo que eligiéramos entre el trekking más fácil, donde nos encontraríamos con un mayor número de personas ya que es el que solía hacer todo el mundo, y el más complicado. A pesar de, como ya he dicho, no haber hecho un trekking en mi vida, nos animamos y escogimos el segundo. Tengo que decir que, aunque fue duro, mereció la pena.

Comenzamos nuestra andadura a eso de las 10.30 de la mañana acompañados por Pang (la que fue nuestra guía durante los dos días) y por un grupito de niñas de una de las etnias de la zona sin la ayuda de las cuales hubiera tenido más de una caída en el recorrido. Era impresionante ver con qué facilidad caminaban por los senderos embarrados sin ninguna dificultad.

Los valles que rodean Sapa son el hogar de numerosos grupos de etnias de las montañas con las que te puedes cruzar en el mismo pueblo ya que acuden hasta allí cada día para comerciar. Las dos más comunes son los hmong negros y los dzao rojos.

Paseamos por paisajes que nunca imaginé disfrutar tan de cerca. Arrozales infinitos que recorrimos incluso adentrándonos en ellos. En esta región, al ser montañosa, los arrozales son escalonados. Casi todas las montañas que rodean la zona están cubiertas por una espesa niebla. El grado de humedad es prácticamente infernal. Hacer trekking con esas condiciones la verdad es que es como hacerlo dentro de una sauna. Además, una fina lluvia nos acompañaba de vez en cuando.

Miles de caminos en cuestas empinadas que había que recorrer. Qué cansancio!! Y así durante horas… y sin cruzarnos con nadie. Nadie que no fuera autóctono, claro, porque los niños y mujeres cargando leña y vestidos con los trajes típicos de sus etnias aparecían constantemente a nuestro paso.

En total este día anduvimos por las montañas unas siete u ocho horas. En la última parte empezamos a cruzar aldeas llenas de niños que regresaban del colegio. Vimos el que era el único centro sanitario (por llamarlo de alguna forma) de toda la zona. Realmente deseamos no ponernos enfermos en aquel lugar…

Finalmente llegamos al homestay donde nos quedaríamos la noche. Una enorme cabaña donde nos reunimos con más extranjeros que habían realizado la otra opción de trekking. Ellos iban en grupo. Nosotros habíamos tenido la suerte de ir solos. Eso es ya al gusto de cada uno, pero me parecía mucho más encantador descubrir esos paisajes como si no existiera nadie más en el mundo. La noche fue genial. Entre todas las guías (curiosamente, las guías eran todas mujeres adolescentes) nos prepararon una cena increíble, buenísima. Mientras, todos los demás charlábamos y nos contábamos nuestras impresiones y aventuras vividas en nuestros recorridos por Vietnam. Éramos unos 15, y la charla se alargó hasta bien entrada la noche. Por último nos fuimos todos a dormir. En la planta alta de la cabaña había dispuestos como 15 colchones en el suelo con mosquiteras individuales. Todos compartíamos el mismo lugar.

A la mañana siguiente, después de un buen desayuno para coger fuerzas, cada uno prosiguió su camino. La segunda jornada era algo más leve que la primera. Descubrimos una cascada preciosa y recorrimos algún poblado más. Tras unas 5 o 6 horas, y después de terminar de rematarnos tras subir la que me pareció la montaña más grande del mundo, llegamos a un nuevo chiringuito donde almorzamos unos noodles. Había llegado el fin de nuestro trekking. Nos recogieron en 4×4 para llevarnos de vuelta a Sapa.

Después de esta fantástica experiencia quizás lo que más me sorprendió  fue que fui capaz de aguantar la paliza del trekking. Pero lo cierto es que me encontraba tan embobada ante los paisajes que nos encontrábamos que no me importaba para nada. Era precioso. Increíble. Por supuesto, mereció la pena.

Una vez de vuelta al hotel Mountain View nos duchamos y tras conocer algo más de Sapa volvimos hasta Lao Cai, donde hicimos tiempo hasta coger el tren de vuelta a Hanoi. Los billetes los compramos en esta ocasión en el mismo hotel. Sin embargo, no quedaban en el tipo de compartimento donde habíamos viajado a la ida, así que tuvimos que cogerlos en una categoría inferior.

Y allí nos vimos, durmiendo aquella noche de vuelta a la capital en un compartimento de 6 camas donde viajaba con nosotros una familia vietnamita entera. Lo pasamos genial aunque nos miraban como si fuéramos lo más extraño que hubieran visto en sus vidas. Ni ellos hablaban una palabra de inglés, ni nosotros de vietnamita. Eran simpatiquísimos y en ocasiones como esta, una simple sonrisa basta. Aún así intentamos entendernos, aunque lo único que logramos fue que nos dijeran la alineación entera del Real Madrid. Después de haber viajado por todo el mundo y visitado los lugares más recónditos, lo que me ha quedado claro es que si hay algo que no tiene fronteras, es el fútbol…

Una vez más, os recomiendo esta experiencia. Conservo toda la información para hacer este trekking, incluso el contacto de Pang, nuestra guía, que fue
estupenda. Si necesitáis algo o estáis interesados en hacerlo, no dudéis en preguntarme. Os pasaré los datos que os hagan falta.

INFORMACIÓN PRÁCTICA:

-El trekking de dos días (incluía la guía, la estancia en el homestay, las dos comidas y la cena –las bebidas siempre se pagan aparte): 1.440 dongs: unos 60 euros los dos. Es decir, 30 euros por persona.