Líbano lleva casi toda su historia sin vivir en paz.

Los libaneses no confían en un futuro exento de conflicto porque la vida les ha enseñado que creer en ello no merece la pena.
Y es triste. Aún así sus vidas se desarrollan con la más absoluta normalidad. A pesar de que hace apenas cinco años los enfrentamientos se desarrollaban en sus calles. A pesar de que prácticamente todas las generaciones han vivido alguna guerra.

Hasta este país llegué por mi trabajo para entrevistar a los andaluces que vivían allí y me sorprendió muchísimo para bien. No tanto por su belleza (que la tiene, aunque me quedé sin ver gran parte debido a que no tuve tiempo para todo), sino por su historia. Una historia que fascina a cualquiera, interesado o no en ella.


Que Líbano ha sido un país en eterno conflicto puede apreciarse, simplemente, dando un paseo por su capital: Beirut. Casas con restos de metralla, grandes agujeros, cristales rotos… edificios medio derruidos recuerdan su más reciente pasado: la guerra civil que vivió (o sufrió) durante 15 años. Las invasiones israelíes. Los atentados de distintas fuerzas políticas… Imposible seguir adelante sin temor a lo que pueda ocurrir mañana.

La famosa “Línea Verde” separaba la ciudad de norte a sur. Hoy día es casi imposible imaginar esto. Los edificios y la vida se desenvuelven como si tal separación no hubiera existido nunca. Pero existió. Y delimitó las fronteras imaginarias desde 1975 a 1990 entre la zona este y la oeste. Entre los cristianos y los musulmanes.

Los soldados de los dos bandos se encontraban a ambos lados de la línea, una simple calle que en ocasiones hacía que los edificios de las dos partes fueran separados por apenas dos o tres metros. Y en medio, nada. Pisar el centro de esa calle podría significar la muerte. Vecinos de toda la vida separados durante años por la religión.

Tanto tiempo sin que nadie paseara por esa zona hizo que finalmente  
comenzara a crecer una fina hierba. Fue esa hierba la que le dio el nombre, a
esta frontera, de Línea Verde. Se extendía a lo largo de interminables kilómetros atravesando la capital. Un paseo en coche por la misma línea permite ver una ciudad salpicada constantemente de signos del pasado. Heridas a las que nunca les da tiempo a cicatrizar.

No hace falta decir que hoy día la línea verde como tal ha desaparecido y lo que la sustituye vuelve a ser la  antigua calle que cruzaba la ciudad y por la que vuelven a circular vehículos.

Uno de los edificios más impresionantes que se pueden encontrar en este recorrido es “el Dome”, lo que solía ser un teatro espectacular-centro comercial-edificio de oficinas en aquellos tiempos.

Aunque parece increíble que esté permitido entrar en él ya que cualquiera diría que se va a desplomar en cuanto alguien ponga un pie en su interior, actualmente se organizan dentro exposiciones, se proyectan películas e incluso se hacen fiestas en las que pinchan los dj´s más codiciados. Una forma curiosa de enfrentarse a los años más duros reconvirtiendo los recuerdos en pura vida. En el presente.

Si te fascina la historia de los países de Oriente Medio, Líbano puede asombrarte. Si nunca te lo has planteado como destino de ocio, investiga. Probablemente te sorprenda.

DATOS PRÁCTICOS:

Para llegar al “Dome” tan sólo hay que dirigirse hacia la Plaza de los Mártires, en pleno centro de Beirut. También conocido como “el huevo”, “la burbuja”, o “la sopa”, fue diseñado por el arquitecto Joshept Philippe Karam en la década de los 60.