Así de “mona” aparecí durante varias semanas en la portada de la revista Smart Shanghái

Hay veces que los viajes te regalan momentos graciosos. Anécdotas que ocurren sin siquiera imaginarlo y cuando menos te lo esperas. Por ejemplo, que tu cara se convierta en la portada de la revista más leída en la ciudad que visitas. Sí, queridos amigos, esta foto que veis ocupó la portada, durante varias semanas, de Smart Shanghái, la revista online más popular de la mega urbe china. Casi nada.

¿Que por qué aparezco en ella como si en ese momento estuviera viviendo una aparición divina? ¿Que cuál es el motivo de que salga como una mema aguantando una banderita con la que me tapo sutilmente la cabeza? ¿Que por qué escogieron precisamente esta foto entre todas las de la galería para que apareciera en grande nada más entrar en la web? Eso me gustaría saber a mí. Porque favorecida, lo que se dice favorecida, no salgo. Ahora, eso sí, me reí mucho al enterarme.


Resulta, para poneros en contexto, que a mediados del mes julio de 2010 viajé a grabar un programa de Andaluces por el Mundo a Shanghái. Justo en aquel momento se celebraba allí la Exposición Mundial de 2010, con lo cual la ciudad estaba más animada que nunca. Por si esto fuera poco, nuestro primer día en el país coincidía con un momento histórico que no podíamos perdernos: la final del mundial de fútbol entre España y Holanda.

Por cuestiones de planning y porque los astros se alinearon para ponérnoslo fácil, el primer día de nuestra estancia no teníamos que grabar nada, así que no lo pensamos dos veces. Nos fuimos a pasar el día a la Expo (donde grabaríamos unos días más tarde, con lo cual nos serviría para producir un poco lo que haríamos). Uno de nuestros entrevistados trabajaba en el Pabellón de España y nos comentó que aquella noche la organización había hecho una excepción y habían permitido que el pabellón español permaneciera abierto. Habían organizado una fiesta para ver el partido en pantallas gigantes. Por supuesto, estábamos invitados.

El ambiente previo al partido estuvo de lo más animado. ¡Hicimos amigos por todas partes!

Así que sin dudarlo alargamos nuestra visita hasta nada menos que las dos de la madrugada, momento en el que comenzaba el partido (sí, señores, la diferencia horaria nos regaló este pedazo de horario). Ya nos habíamos encargado de comprar camisetas de España por 10 euros en una tienda (yo elegí la de Fábregas, con el que simpatizo desde que tuve la oportunidad de entrevistarle en Londres cuando aún jugaba en el Arsenal, pero eso ya es otra historia) y estábamos listos para la batalla. Nos fuimos viniendo arriba cuando el ambiente se fue caldeando e incluso nos pintamos las caras con los colores de nuestra bandera. Éramos más de 100 españoles, además de otros tantos chinos que se sentían más patrióticos aún que nosotros y animaban como si les fuera la vida en ello.

Las pantallas estaban situadas en medio de una plaza al aire libre en el interior del pabellón español. La tensión era máxima y los gritos animando a España no cesaron ni por un momento. Saltábamos, cantábamos, y cuando el momento lo requería, nos callábamos sin retirar la vista del partido. Yo pasé gran parte del tiempo en primera fila, con lo cual el reflejo de la pantalla me iluminaba por completo (este dato responde a la primera pregunta que comenté al comienzo del artículo: la aparición divina). En un momento determinado comenzó a chispear, pero nadie se movió de su sitio. Así que para guarecerme de las gotas de lluvia coloqué la banderita de España que sostenía en la mano sobre mi cabeza… (respuesta a la segunda pregunta: yo como una mema…). Alguno de los fotógrafos de los múltiples medios chinos que andaban por allí debió de ver en mi imagen una foto graciosa, y ¡chas!, ahí tenéis el resultado…

Ni que decir tiene que aquella noche acabó de la manera más apoteósica posible. El final del partido tuvimos que verlo dentro del bar del pabellón porque las incipientes gotitas de agua pasaron a convertirse en aguacero, pero todo dio igual. El triunfo de España sobre Holanda convirtió aquello en una auténtica fiesta en la que todos, sin conocernos, celebrábamos sin cesar que éramos los campeones del mundo.

Abandonamos la Expo a las 6 de la mañana. Al salir por la puerta de acceso al recinto la cola de entrada, formada sobre todo por ciudadanos chinos, ya daba varias vueltas a las vallas… Los pobres nos miraban boquiabiertos. ¡Pero no paraban de gritarnos campeones! Tres horas más tarde comenzábamos a grabar nuestro primer reportaje en Shanghái.

Unos días después Cynthia, una de las andaluzas a la que habíamos entrevistado, me envió un correo:

“No te lo vas a creer, pero tu cara sale en la portada de la revista más leída en Shanghái. Mira!”. Y me adjuntó el enlace.

El ataque de risa me duró un buen rato.

PD. (El que aparece junto a mí en dos de las fotos es César, el cámara con el que viajaba).