Imaginad un paisaje infinito en el que los templos se cuentan por miles.

Imaginad una tierra en la que la máxima prosperidad alcanzó más de dos siglos de historia.

Imaginad caminos interminables por los que perderse. Lugares que dejan sin habla.

Imaginad mil y una historias y leyendas de reyes, enemigos, batallas y emboscadas.

Añadid a todo esto los atardeceres más maravillosos que jamás hayáis visto.

Si aún no tenéis ni idea de qué estoy hablando, os diré sólo una palabra: Bagan.

Templos de Bagan

A unas diez horas en autobús desde Yangon se encuentra la que fue capital del imperio birmano desde el siglo XI al XIII. Diez horas pueden parecer mucho, pero cuando se va en un autobús birmano os puedo asegurar que es de todo menos aburrido.

Estaba ansiosa por llegar a Bagan, un lugar que tenía en mente desde mucho antes de tan siquiera comenzar a organizar mi viaje a Birmania. Había visto tantas y tantas fotos de sus llanuras y templos en revistas y reportajes que en mi mente había imaginado un lugar completamente inigualable. Y no me equivoqué.

Estupa de uno de los templos

Entrada principal a Ananda Phaya

Marco Polo describió Bagan como “uno de los espectáculos más hermosos del mundo”. Sin duda lo es, aunque la primera impresión cuando se llega hasta Nyaung U, el pueblo en el que se encuentran la mayoría de los hoteles y guest houses, nada tiene que ver con el lugar que lleva uno en la cabeza.

Calle de Nyaung U, el pueblo donde se encuentran la mayoría de guest houses y hoteles

Personajillos en una furgoneta de Bagan

Todo cambió por completo cuando, al día siguiente (las 10 horas de autobús nos hicieron llegar sobre las 6 de la tarde a Bagan, con lo cual ese día no pudimos aprovecharlo en visitas) alquilamos un par de bicis y nos fuimos a pedalear sin rumbo definido. No hacía falta ni salir de nuestro hotel para divisar ya alguna que otra ruina que se encontraba en el mismo pueblo. Así que en cuanto enfilamos el camino estos empezaron a sucederse sin pudor alguno. Cinco, diez, veinte, treinta templos… Allá donde fijaras la vista, encontrabas la silueta de uno de ellos. A veces más grandes, otras, más pequeños. En ocasiones completos y en otras tan sólo algunas ruinas de piedras que hacían intuir lo que en su día había sido aquel lugar.

De algunos templos sólo quedan algunas piedras. Otros incluso se pueden subir hasta la parte más alta.

Visitar lo que queda de los hasta 4 mil templos que cuentan que llegaron a construirse en la época del Primer Imperio Birmano es imposible. Porque no estarán todos, pero los que quedan son muchos.

Varias mujeres caminan por una carretera junto a algunos templos

La bicicleta es la manera más común para moverse por Bagan

Con un mapa en nuestras manos recorrimos, durante los cuatro días que decidimos finalmente quedarnos en Bagan (iban a ser dos o tres pero se nos hacía imposible irnos tan pronto, la ciudad nos había enganchado) muchos de los lugares más sorprendentes que podáis imaginar.

Pero, antes de continuar narrándoos cómo fueron mis días en este paraíso, vamos a conocer un poco su historia.

Esculturas en el patio de uno de los templos

Sonriendo. Siempre sonriendo.

Según se cuenta, el nacimiento de Bagan como capital fue paralelo en el tiempo a su conversión al budismo therevada allá por el siglo XI. El rey bamar que gobernaba por aquella época, Anawratha, se vio tan impresionado por esta nueva religión que decidió encargar a los arquitectos que construyeran algo digno de Buda.

De esta manera comenzaron a construir y a construir. Bagan reunió tantos lugares de culto que llegó a convertirse en un lugar de peregrinación para todos los fieles del Sudeste Asiático. Tras Anawratha vinieron más reyes, pero todos tuvieron en mente continuar convirtiendo Bagan en el lugar con más templos, monasterios y palacios de todo el Imperio. Y así sucedió durante unos 230 años.

Una de las miles de figuras de Buda que se pueden encontrar en Bagan

Mire donde se mire, en Bagan siempre se encontrarán templos

Sobre el por qué esta ciudad tan imponente comenzó a tener cada vez menos y menos importancia hasta el punto de alcanzar su máxima decadencia existen diferentes versiones. Algunos historiadores defienden que fueron los ataques de los mongoles que saquearon la ciudad los que motivaron su abandono. Otros dicen que ante la inminente llegada de China para conquistar el lugar, el último rey de Bagan decidió huir hacia el sur.

Sin embargo probablemente la ciudad continuara siendo un importante centro de culto durante varios siglos más hasta que las luchas entre las etnias san, mon y bamar provocaran la pérdida de todo su poder. Durante dos siglos Bagan cayó en el abandono y fueron muchos los terremotos que la asolaron. Una gran cantidad de templos se destruyeron o  fueron arrasados hasta el punto de quedar sólo sus cimientos.

Ya en el siglo XIX, el paso de los británicos por estas tierras provocó que de nuevo cobrara importancia la idea de restaurar gran parte de los históricos edificios. Muchos e los antiguos templos y estupas fueron levantados partiendo incluso de sus cimientos. Fue tras el terremoto de 1975 cuando la Unesco decidió tomar cartas en el asunto y dedicó 15 años y un millón de dólares a su restauración. Hoy, se continúa con este trabajo.

Desde la planta alta de cualquier templo se puede obtener vistas como estas

Maravillas de Bagan

Pero volvamos a hablar de lo que supone pisar, hoy día, este maravilla de la humanidad. Una maravilla imprescindible conocer si se viaje a Birmania, sin duda alguna.

Perdernos entre los templos y subir las estrechas escaleras hasta la zona más alta de algunos de ellos producía una satisfacción increíble. Muchas veces éramos los únicos. En alguna ocasión nos encontramos con un señor que, amablemente, nos abrió las puertas cerradas con llave sólo para nosotros. Realmente nos sentíamos como exploradores, enfrentándose cara a cara con la historia. En el silencio más absoluto. Disfrutando sin límites de su magia.

Sorpresas en el interior de los templos

A veces una bofetada de realidad en forma de calor nos hacía salir de nuestro éxtasis y volver al a realidad. Los 43 grados de temperatura nos hacían no echar de menos, para nada, Sevilla. Y menos cuando tocaba el momento de descalzarse para entrar a los templos. Eso sí, teniendo que dejar los zapatos a 100 metros de distancia de la puerta. Creedme, pisar el suelo a esos grados es todo un desafío.

Cada vez que veía uno de estos carteles, me echaba a temblar…

Curiosos peinados que llevan algunas mujeres en la zona

La estructura se repetía en cada uno de templos en los que entrábamos. Cuatro accesos diferentes, uno en cada lateral, llevaban hasta su interior. En cada uno de ellos se erguía la figura de un Buda. A veces tan grande que era necesario alzar la mirada para poder llegar a ver su cara. Otras, apenas de un metro de altura. En ocasiones hechas de oro, y en otras de piedra pintada. Había para todos los gustos.

Las figuras de Buda son decoradas con detalles de todo tipo, como con bombillas de colores

Pero lo mejor llegaba al atardecer. Con tiempo suficiente pedaleábamos hasta alguno de los grandes templos a los que estaba permitido acceder a su parte más alta. Allí escogíamos el sitio que más nos gustaba y nos dedicábamos a esperar. Ante un horizonte infinito, el sol bajaba poco a poco hasta ponerse. El inmenso campo de estupas nos hacía enmudecer. Probablemente se trate de los atardeceres más bonitos que haya visto en mi vida.

Una vez más la hospitalidad de los birmanos completó más aún, si cabe, la experiencia de visitar Birmania. Y así, al mismo tiempo que me vienen a la mente imágenes maravillosas de sus templos y palacios, también me acuerdo de la entrañable señora mayor que sonriendo nos intentaba convencer para que le comprásemos caramelos de tamarindo. O de la joven que me prestó unas sandalias para que pudiera visitar sin abrasarme los pies uno de los templos. O del matrimonio dueño de un pequeño bar que nos regaló frutas, caramelos, sonrisas y hasta una pulsera por el simple hecho de parar en su negocio para comprarles un par de botellas de agua.

La simpática anciana que intentó vendernos caramelos de tamarindo

Aquí me veis junto al matrimonio más simpático de todo Bagan

Detalles que los hacen diferentes. Pequeñas cosas que harán que nunca borre de mi memoria este lugar. Recuerdos que jamás, por mucho tiempo que pase, me harán olvidar Birmania.

 

Yo misma en Bagan