Stonehenge, uno de los lugares con los que llevaba toda la vida soñando

Una de las cosas que más me ilusiona de viajar es decidir cuál va a ser mi próximo destino. Imagino que me ocurre como a casi todos los que amamos perdernos por el mundo y conocer nuevos rincones: que tenemos una lista imaginaria con todos esos lugares que nos gustaría visitar alguna vez en la vida. Un mapa mental con chinchetas de colores que señalan a conciencia ese pequeño espacio idealizado donde ansiamos poner un pie en algún momento.

Como hoy toca hablar de un rincón de Gran Bretaña, incluyo algunas fotos tomadas en pueblos de la campiña inglesa para ir ambientándonos

Así, a bote pronto, pienso en mi lista y me vienen a la mente lugares como Machu Pichu, el salar de Uyuni, las Torres del Paine o Tierra de Fuego. ¿Qué pasa? He dicho que son lugares con los que sueño, ¿no? ¡Y soñar es gratis! Si pienso un poquito más, mi cabeza vuela hasta el Mont Saint Michel, por ejemplo. O a Burdeos (¿qué tendré yo con Burdeos que me apetece tanto pasear por sus calles? – ¡y probar sus vinos!-). Al Preikestolen en Noruega o a la Acrópolis de Atenas. La ciudad de Tombuctú, en Malí, también debe de estar por algún sitio. Y Camboya, con sus ruinas de Angkor Wat, queda subrayada en alguno de los márgenes de esa libreta ficticia.

Detalle del buzón de una puerta en el pueblo de Lacock

Balcón decorado muy al estilo “brithish” en Lacock

Seguir fantaseando me podría llevar a escribir páginas y páginas. Llevo años comprobándolo: si existe una manera simple y tonta con la que pierdo el tiempo constantemente, es divagando y viajando sin moverme de mi casa. Buceo por páginas de internet, descubro nuevos lugares que sigo añadiendo a mi lista infinita  y me retroalimento de ilusiones.

Cruce de caminos en algún pueblecito perdido de la campiña inglesa

Y vosotros diréis, ¿y a qué viene todo este tostón que nos está soltando hoy? Pues es que resulta que en este artículo quería hablaros de uno de esos destinos soñados. Pero, en esta ocasión, se trata de uno de los ya tachados de la lista.


STONEHENGE, SUEÑO CUMPLIDO

Stonehenge siempre había estado presente. Desde muy pequeña ya me fascinaban esas enormes piedras colocadas de aquella extraña manera, como si danzaran al compás de una música desconocida formando círculos concéntricos. Las historias y explicaciones que han intentado dar argumentos al por qué de este lugar, han colaborado en que todo sea aún más enigmático. Por eso siempre había pensado que Stonehenge debía de ser un lugar muy especial, casi mágico. Uno de esos espacios que no deja indiferente a nadie.

Stonehenge a primera hora de la mañana

Esta maravilla de la ingeniería prehistórica se encuentra a tan sólo hora y media de Londres

Afortunadamente el pasado año, cuando en el mes de agosto decidí escaparme una semana y hacerle una visita a mi hermana, que vive en Londres, tuve la oportunidad de conocerlo. Después de muchos años viajando a la capital británica, jamás me había planteado en serio hacer una pequeña excursión hasta este rincón tan peculiar. David –leído en inglés-, el novio de mi hermana, se portó como un señor y nos llevó durante todo un día de ruta por la campiña inglesa. La primera parada, para satisfacer mi ilusión, estuvo muy clara.

Miles de visitantes acuden a Stonehenge cada día

A aproximadamente hora y media en coche desde Londres se llega a las ruinas neolíticas de Stonehenge. Esta obra maestra de la ingeniería prehistórica se halla en medio de la nada, en un terreno de verde pasto, extenso y llano, muy cerca de la ciudad de Amesbury. La carretera A303 avanzaba en línea recta cuando de repente, a la derecha, apareció la señal que avisaba de que habíamos llegado a nuestro destino. ¡Qué fácil había sido y qué de tiempo había tardado en vivir este momento! Desde el desvío que tomamos ya se podían divisar en la distancia las ruinas. Quizás desde este punto resultaban un poco decepcionantes, algo más pequeñas de lo que podía imaginar. Pero no hay que dejarse engañar, la perspectiva puede llegar a confundir.

Desde la distancia las colosales piedras de Stonhenge pueden llegar a parecer pequeñas

Los dólmenes tienen un peso de entre 2 y 35 toneladas

Llegados a este punto ya me sentía con ese cosquilleo en el estómago que me entra cada vez que me acerco a un lugar que llevo mucho tiempo esperando conocer. De hecho, en esta ocasión llevaba desde la noche anterior como una niña pequeña, con ganas de que las horas de sueño pasaran lo antes posible para que por fin llegara el momento. El madrugón de aquella mañana no había dolido demasiado. Y ahora, por fin, estaba a punto de adentrarme de verdad en Stonehenge. ¡Qué ilusión!

Junto a la entrada a las ruinas, que no era más que una caseta prefabricada que hacía las veces de taquilla, se encontraba el parking para los coches y autobuses. Al lado de éste estaban los servicios públicos, amplios e impolutos. Frente por frente a la entrada, una pequeña cafetería permitía tomar un café rápido (o un hot choclate, que fue lo que hice yo) y un pastelito antes de comenzar el deseado paseo por la prehistoria.  El precio de la entrada era de 13,90 libras. (Ojo, por lo visto desde este mismo verano (2014) es necesario comprar las entradas por internet con antelación. A cada entrada va asignado un horario, con lo cual las visitas estarán organizadas y distribuidas a lo largo del día).

Sí, ya sé que las fotografías son bastante parecidas, ¡pero es que no me cansaba de hacer fotos!

A estas alturas, cuando habíamos pasado por los tornos de entrada al complejo, ya me había dado cuenta de que el tamaño de los enormes monolitos que conforman Stonehenge eran eso mismo, ENORMES. Las dudas anteriores habían sido fruto de la perspectiva, que me había confundido.

Según me adentré y comencé a andar por el camino marcado, me iba emocionando más. Y, entonces, no pude evitar que me viniera una pregunta a la cabeza: ¿a quién diablos se le ocurrió montar todo esto aquí? Y, sobre todo, ¿por qué? Lo más impresionante de todo es que aún hoy día sea imposible dar una explicación completamente certera a estas cuestiones.

Aún me pregunto cuál sería el resultado de la fotografía de esta pareja…

A primera hora de la mañana el número de visitantes no es exagerado

No se conoce con exactitud el significado y las razones que llevaron a crear Stonehenge tantos años atrás. Resulta que, sobre este tema, existen todas las teorías que se quieran imaginar y más. Las más conocidas, o la que al menos más peso tienen, son las que hablan de su carácter funerario. La enorme losa a modo de altar que existe en el centro del complejo tendría mucho sentido si le hiciéramos caso a esa tesis. Pero, por otro lado, hay quienes defienden que Stonehenge no era otra cosa que un observatorio astronómico y que desde él se llevaban a cabo estudios sobre los movimientos del sol y de la luna.

Según te acercas a Stonehenge te das cuenta del descomunal tamaño de las piedras que lo conforman

Sea cual sea la explicación, lo que sí está claro es que sus creadores lo consideraban uno de los lugares más importantes y simbólicos de la época. Y, para entenderlo (y de paso quedarse sin palabras), no hay más que prestarle atención al esfuerzo y al tiempo que se dedicó a la construcción de Stonehenge. Se dice que para la finalización de su construcción fueron necesarios nada menos que 1.400 años. Vale, llegados a este punto, parad un poco: no leáis esta cifra deprisa y corriendo y pensad un momento: 1.400 años. ¿Sabéis cuánto tiempo es eso? ¡Qué barbaridad!

Algunas teorías defienden que Stonehenge era un observatorio astronómico

Actualmente sólo quedan siente dólmenes coronados por dinteles

Claro que todo toma más sentido cuando nos acordamos de que en la época de su construcción, alrededor del 3.000 antes de Cristo, no existían medios de ningún tipo para cargar y transportar piedras de este calibre, que, por si no lo sabéis, llegaban a pesar hasta 35 toneladas. Y, si además, nos enteramos de que algunos de los dólmenes están hechos de un tipo de piedra extraída de montañas situadas a más de 300 kilómetros de distancia (de las montañas Preseli, al sur de Gales, para ser más exactos)… Quizás así sí que nos cuadren más los 1.400 años que duró su construcción.

Algunas de las piedras utilizadas fueron transportadas desde 300 kilómetros de distancia

Las enormes piedras que conforman Stonehenge están distribuidas en cuatro circunferencias concéntricas. Aunque hoy día ya poco queda de su forma original, sí se puede saber que el diámetro de la circunferencia exterior medía unos 30 metros y que los dólmenes estaban coronados por dinteles de piedra de los que sólo se conservan siete. La siguiente circunferencia la formaban piedras de arenisca azulada de menor tamaño, que rodeaban a una tercera circunferencia que no llegaba a cerrarse del todo, sino que tenía la forma de una herradura. En el centro del todo es donde se encontraba la losa a modo de supuesto altar.

Se calcula que Stonehenge tardó en construirse 1.400 años

Justo cuando nos marchábamos llegaron varios autobuses y el número de visitantes aumentó bastante…

… aunque hubo quien supo huir de la marabunta para contemplar Stonehenge relajadamente

La estructura completa de Stonehenge abarcaba mucho más de lo que os estoy comentando, pero su explicación es tan extensa y compleja y me llevaría mucho más tiempo (y muchas más páginas de Word) comentarlo todo. Las casi dos horas que pasé visitando la zona mientras escuchaba las explicaciones en la audio-guía (que daban gratis con la entrada, por cierto), me sirvieron para comprender un poco más la historia que envuelve a este mítico lugar. Tengo que ser sincera y decir que la visita me mantuvo completamente fascinada. Estuvimos tranquilos, rodeados de más visitantes pero sin llegar a resultar agobiante. Se podía pasear apaciblemente y admirar las ruinas sin problema.

Aquí algunas de las fotos tontas que nos hicimos de recuerdo. En esta aparezco con mi hermana, Rocío.

Y aquí los dos cicerones, mi hermana Rocío y David, su novio. Gracias a ellos pude conocer una parte diferente de Gran Bretaña.

Después de divertirnos un poco haciéndonos fotos para inmortalizar la visita decidimos continuar con nuestro día. Una jornada que nos llevaría a conocer otros muchos puntos de la campiña inglesa, como Lacock. Pueblecitos encantadores de calles empedradas y tiendas de segunda mano, de balcones con flores multicolores y gatitos que parecían estar esperando a que los fotografiaran. Pequeños rincones que nos mostraban una Inglaterra auténtica, diferente. A mucha distancia de las grandes avenidas y altos edificios de la capital.

Antigua casa en el pueblo de Lacock, una de las paradas que hicimos aquel día

Así de bien posan los gatitos en el pueblo de Lacock

Cuando se viaja a Londres, la ciudad tiene tantísimo que ofrecer, que se nos olvida que alejándonos de ella unos kilómetros podemos encontrarnos con estampas bellísimas. Por eso os animo a que, si viajáis en alguna ocasión a Londres con ganas de conocer algo más allá de lo de siempre, no os lo penséis. Lanzaros y descubrid lo mucho que hay a tiro de piedra para poder disfrutar. No os arrepentiréis.

Casas de piedra en un pueblito de la campiña inglesa