Llevo tiempo dándole vueltas a cuál sería el tema perfecto con el que inaugurar esta página. Después de mucho pensarlo, he decidido que el “honor” de la presentación debería otorgárselo a algún lugar que significara algo para mí. Un lugar que fuera especial. Y por ello me he decantado por uno de los monumentos, al menos en mi opinión, más bellos e impresionantes que han podido crearse: el Taj Mahal.

Tras toda una vida soñando con pasear por sus jardines y poder admirarlo de cerca, por fin en el verano del 2008 cumplí ese sueño: viajar por el norte de la India durante 20 días. Por supuesto, la parada en Agra para visitar el Taj era incuestionable.

La llegada a la ciudad se produjo después de haber recorrido Bombay y gran parte de la región de Rajastán. Lugares bellísimos que ponían el listón bastante alto. ¡Pero nada podía eclipsar lo que nos esperaba por descubrir!

Taj Mahal significa, en hindi, “La Joya de Palacio”. Además de ser uno de los lugares más bellos del mundo, esconde una de las historias de amor más bonitas que he podido escuchar jamás.

En 1631 Mumtaz Mahal, esposa del emperador Sha Yahan, falleció tras dar a luz a su 14ª hijo. Su marido, completamente desolado, como ofrenda póstuma encargó construir el templo más bello jamás visto. Así hasta 20 mil obreros se pusieron a trabajar en la construcción del Taj Mahal, que fue finalizado 22 años más tarde.

Sha Yahan exigió que el templo fuera un ejemplo de simetría como parte fundamental de su belleza. Su estructura central, coronada por una enorme cúpula en forma de cebolla, es la que alberga la tumba de su esposa. El emperador expresó su voluntad de que el día en que él falleciera se construyera un templo exactamente igual, aunque en color negro, al otro lado del río. De esta manera ambos santuarios se admirarían eternamente.

Según cuenta la leyenda, pocos años después de ser acabado el Taj Mahal el emperador cayó enfermo. Varios de sus hijos aprovecharon este momento para hacerse con el poder y autoproclamarse emperadores de los distintos territorios que gobernaba su padre. Su tercer hijo decidió mantenerlo con vida aunque bajo arresto domiciliario en el fuerte de Agra, situado muy cerca del templo. Dicen que Sha Yahan pasó el resto de sus días contemplando el Taj Mahal desde una de las ventanas de su prisión.

Cuando el emperador falleció, ya en 1666, sus descendientes hicieron caso omiso a sus deseos y decidieron enterrar su cuerpo en el mismo mausoleo donde descansaban los restos de su madre, en el Taj Mahal. Ahora, ambas tumbas yacen una al lado de la otra. Con este acto pusieron fin a la simetría que había imperado en la obra desde sus inicios.

No sé con qué palabras explicar qué sentí cuando atravesé los jardines y el pórtico que llevaban hasta el templo y me encontré por primera vez delante del increíble Taj Mahal. Superaba todo lo que podía esperar. Recuerdo que no podía dejar de hacer fotografías, aunque al final fueran copias unas de otras… El imponente edificio blanco hacía que resaltaran aún más los miles de saris de colores que paseaban a su alrededor. Se transformaban en miles de momentos para ser fotografiados. O para ser admirados desde un rincón del patio dejando, simplemente, pasar el tiempo. Podría haberme quedado allí durante horas. Disfrutando.

DATOS PRÁCTICOS

Quien desee admirar el Taj Mahal y disfrutar al máximo de su visión debería hacerlo, al menos, en dos momentos distintos.

Los viajeros y turistas suelen guardar cola a primera hora de la mañana, a eso de las 6, para poder visitar el templo nada más abrir a las 7. No está permitido entrar al Taj Mahal con ningún objeto que consideren pueda dañar de alguna manera el material del que está construido el edificio. Desde alimentos a teléfonos móviles: todos prohibidos. En mi caso llegaron a exigirme dejar fuera incluso lápices de colores. Todas los bolsos y mochilas son exhaustivamente examinados por los guardias del templo en la entrada. Existe un guardarropas donde dejar las pertenencias durante la visita.

Un consejo: sentarse en una esquina del patio en el que se encuentra el mausoleo y dedicar el tiempo que haga falta simplemente a observar a los fieles que acuden hasta allí, no tiene precio.

Otra opción, para aquellos que cuenten con más tiempo en Agra, es la de darse el gusto de ir a disfrutar de una puesta de sol frente al Taj Mahal. A cualquier taxista de la ciudad se le podrá pedir que a una hora prudente (teniendo en cuenta los constantes atascos que se encontrarán en camino) les acerque hasta el río que se encuentra al otro lado del santuario. Es un lugar al que apenas acuden extranjeros (el día que fui yo tan sólo había otro grupo de cuatro españoles) y que ofrece una perspectiva distinta de esta obra maestra. Sin necesidad de pagar nada, sin taquillas, sin colas… simplemente acompañado por alguna vaca que pueda rondar por el lugar. Es impresionante admirar cómo el blanco Taj Mahal va transformándose de color según el sol se va poniendo.

PRECIO DE ENTRADA AL TAJ MAHAL:
Al cambio, 15 euros.