A veces pienso que, realmente, me sucede algo que no es del todo normal. En serio, -no os lo toméis a broma-, creo que mi pasión por viajar llega a rebasar los límites de lo lógico. Que se convierte en una especie de obsesión. Y es que no importa en qué ande liada, qué preocupaciones invadan mi cabeza, dónde me encuentre o qué hora sea: cada instante de mi vida tiene un hueco para pensar en viajes. Y no me refiero únicamente a fantasear con próximos destinos, imaginar lugares que me quedan por conocer e ilusionarme con aquellas experiencias que viviré en un futuro. Esa pasiobsesión –llamémosla así- va bastante más allá. Y os explico.
¿Qué pensaríais si os contara que mi día a día está invadido de recuerdos? Bueno, vale, quizás esto no suene tan extraño. Pero es que esos recuerdos a los que me refiero, no son recuerdos cualquiera. Son única y exclusivamente relacionados con viajes. Así, de esta forma, puedo estar yendo en bici a trabajar, fregando los platos, haciendo la compra, duchándome o corriendo en la cinta del gimnasio. Mientras hago las tareas más cotidianas de mi vida, recuerdos en forma de flashes vienen a mi cabeza y me teletransportan a lugares y vivencias que he experimentado en el pasado. Es como si el mundo se parara por un instante y reviviera esos momentos. Y no tiene por qué haber un detonante que haga que acuerde de repente, por ejemplo, del día que cené en un restaurante al aire libre rodeada de farolillos colgados de árboles en Bagan, Myanmar. O que rememore aquella madrugada viendo amanecer desde una de las dunas de Sossusvlei, en Namibia. Que sienta el olor de la comida callejera de Tailandia como si la tuviera delante y me venga a la mente la señora que me regaló el almuerzo en un autobús local de camino a Sukkothai. Los recuerdos llegan porque sí. Se plantan de repente en mi mente. Y ya está.
Colores, sabores y aromas del pasado que toman vida durante unos instantes. Puedo estar desayunando en casa y, durante una milésima de segundo, vuelvo a estar cruzando el árido desierto de Afar en Etiopía. Estoy de nuevo en una playa desierta de Punta Allen, en el caribe mexicano. Recuerdo la canción que entonaba aquel muchacho mientras me llevaba en barca entre manglares en Madagascar. Vuelvo a estar regateando para pagar unas rupias menos por unos cuadernos artesanos en Udaipur, India; paseando por Williamsbrug en Nueva York o navegando entre fiordos en Noruega. Y es que, durante ese instante, en esa milésima de segundo, es como si de verdad estuviera allí. Y el vello se me eriza de emoción de la misma manera o más que cuando me encontraba en persona en esos lugares. El pecho se me hincha de felicidad y lo revivo. Tal cual. Estoy allí otra vez.
Sí, sé que puede no sonar del todo normal. Es como cuando en tu mente suenan canciones de forma continua y no puedes dejar de tararear sus estribillos. Realmente no lo controlas, simplemente están ahí, en el disco duro de la memoria. Y no hay manera de que se vayan.
Y es que viajar, adentrarse en otros mundos diferentes al nuestro, engancha. Porque las sensaciones que se experimentan cuando se está en esos otros lugares, aprendiendo, conociendo, es tan placentera que solo queremos más y más. Que necesitamos nuestra dosis cada cierto tiempo y nunca nos cansamos. Somos insaciables. Pero, lo mejor de todo, es que esas emociones se reviven, son para toda una vida. Se quedan para ti y no hay nada ni nadie que te las pueda robar. Tus vivencias nunca se acaban porque siempre podrás recordarlas, y eso es algo que no tiene precio.
Por eso a pesar de todos los temas de conversación que puedan existir en el mundo, de la enorme cantidad de inquietudes que puedo llegar a tener en mi vida, de lo que jamás me canso de hablar es de viajes. Me puedo pasar horas y horas contando batallitas, como si fuera una auténtica anciana comentando sus vivencias. Cualquier situación que me ocurre acabo comparándola con la de aquella persona que conocí en Marruecos, en Perú o en Irán. No hay pregunta que más me emocione que la de qué destino recomendaría, cuál ha sido el rincón del mundo que más me ha cautivado o qué es aquello que me ha llevado a pasar miedo.
Lo sé, y los que me conocen también: puedo llegar a resultar muy pesada. Mi estado de ánimo puede variar si por alguna razón no tengo ningún destino a la vista. La frustración me lleva al desánimo si no puedo ver esa luz en el horizonte que supone un nuevo viaje. Y me transformo en la más feliz del mundo en el momento en el que pulso con el ratón la pestaña de “comprar billete” en la pantalla de mi ordenador. No importa para qué medio de transporte ni a dónde sea el destino. Porque aquel que piense que el viaje comienza en el momento en el que se sale de casa, está muy equivocado. Los preparativos emocionan igualmente y son los teloneros de lo que vendrá después.
Y entiendo que no todo el mundo puede pensar como yo. Que a veces me enervo cuando alguna persona me dice que tal o cual sitio es muy inseguro, que para qué irse tan lejos con lo bien que se está en casa. Que cómo se me ocurre ir o planear aquel país como destino. Que qué como allí, que qué asco, que no podría dormir donde yo lo he hecho, o probar aquello, o viajar de esa manera. Que jamás podría encontrarse en un país distinto sin saber qué va a hacer al día siguiente. Y yo me armo de paciencia e intento convencerles de que viajar es lo mejor que existe, el dinero mejor invertido. Que abre la mente, que te hace descubrir historias y conocer a gente increíble. Darte cuenta de que la vida es mucho más interesante cuanto más puedas comparar tus circunstancias con lo que hay ahí fuera. Que el mundo es demasiado grande como para quedarse en casa sentado. Que es un auténtico regalo el poder acceder a tantas historias, a tantas culturas, a tantas formas de vida y personas que nada tienen que ver con nosotros. Que estoy segura de que una vez que lo prueben, no podrán parar.
Y mientras todas estas cosas me ocurren, vuelvo a contar historias. Y vuelvo a sugerir destinos. Y vuelvo a revivir mediante flashes lugares conocidos en el pasado. Y vuelvo a soñar con viajar.
Al pasado, al presente y al futuro.
Pues sí, me pasa lo mismo!! Es cierto que antes no era así del todo… Tenía esa obsesión y presencia del viaje pero no de manera tan constante como de unos años para acá. Creo que escribir un blog de viajes y rodearte de estímulos en las redes sociales aparte de las lecturas (eso de siempre), alimentan más la obsesión invadiendo todos los rincones de tu mente. Un proceso imparable. Y sí, me extraña y no entiendo cuando me dicen eso de “estas obsesionada?” Y todas esas lindezas…
Un besazo!
Ali
¡Jajaja! ¡Es así, Ali! Y tienes razón, creo que el estar en contacto continuo con gente que siente lo mismo ayuda a que el tema sea una constante en nuestras vidas, sea cual sea el momento y el lugar en el que nos encontremos.
Pero, como he dicho en más de una ocasión: ¡bendita obsesión!
¡Un beso enorme!
Hola, me llamo vanesa… tengo 15 años y en este momento lo unico que pienso es que quiero viajar, conocer, disfrutar, quiero estudiar una carrera que me lo permita, en serio siento que mi vida esta para viajar y llenarme de cada cultura , constumbres y tradiciones y cosas tambonitas como estas . saludos desde colombia.
¡Hola Vanesa!
Que sepas que tus metas son de las más bellas que puedes tener en tu vida. ¡No hay nada más bonito que amar viajar y hacerlo! Y nada llena más a una persona que conocer otras culturas, descubrir el mundo y abrir la mente. ¡Te felicito por tener tan claras tus ideas!
Y, por supuesto, te animo a que persigas tus sueños. ¡Si de verdad lo quieres, podrás hacerlo!
Mucho ánimo. Por aquí tienes una ventanita al mundo por si alguna vez quieres pasarte de nuevo.
¡Un beso!
Cristina, parece que me has robado esas mismas reflexiones, o yo a ti, o mejor todavía, son reflexiones compartidas.
De las 24 horas del día, 25 me llevan al recuerdo de tantos y tantos lugares y personajes conocidos y vividos, y me hacer ser feliz…y además hacen que los problemas se relativicen en su importancia cuando hecho mano del recuerdo.
Un cordial saludo
Antonio
Ufff, me identifico con cada palabra que escribes, parecen que son mías!!!!
Mi cámara y yo somos una…..al final, una imagen vale más que mil palabras! !!
Desde que tengo uso de razón y dinero para viajar, me escapo!!!
Prácticamente trabajo para viajar….desde que tengo cuatro días hago alguna escapada!!!! Hay tantos lugares que visitar! Mi mayor defecto, aunque yo lo veo como una virtud, es que estando de vacaciones ya estoy pensando en el siguiente viaje. Acabo de llegar de una escapada por Madrid y Salamanca y ya estaba pensando en una semana por los pueblos blancos ( Cádiz y Málaga ) en junio….De hecho ya tengo reservadas las vacaciones de octubre para ir a ver las auroras boreales en un “crucero” desde Bergen hasta Kirkenes (si has hecho algún crucero con la compañía Hurtigruten, dímelo porfa).
Pd: te encontré porque me encanta leer blogs de “viajeros cómo yo”. Disfruto tanto organizando un viaje que antes de llegar al destino, ya sé lo que quiero ver, a donde ir, que comer, que hacer….
Saludos y sigue compartiendo con nosotros tus experiencias! !!
Fátima
@fvl
¡Hola Fátima!
¡Miil gracias por tus palabras! Cada vez que recibo un mensaje de gente como tú, que ama viajar tanto como yo y se siente identificada con mis palabras, todo el esfuerzo que supone este blog cobra sentido 🙂 Este virus es lo mejor que nos ha podido pasar en la vida, créeme. No hay ni puede haber nada más bonito que viajar.
Me preguntabas si había viajado con Hurtigruten por la costa noruega, ¡y sí! Lo hice hace unos años 🙂 Yo comencé el viaje en Trondheim, no en Bergen, pero la experiencia fue igualmente fantástica. Es una pasada de viaje. Aquí te dejo el enlace por si quieres echarle un ojo y, por favor, ¡vuelve por aquí siempre que quieras! 🙂
http://www.mipaseoporelmundo.com/el-expreso-de-la-costa-noruega/
Que blog tan maravilloso que tienes! Lo he descubierto de casualidad, buscando sitios para comer en Sevilla y me he enamorado! 🙂 Un abrazo, Valentina
Buenas 🎵🎶🎹👍👍
Me gustaría saber si ha viajado a Arabia Saudita, la provincia de Madian…a donde se encuentra el verdadero Monte Sinaí, la montaña quemada por la presencia de Dios…y también si viste la roca de Horeb de donde Moisés hizo brotar agua para los hebreos que sacó de Egipto…me cuentas que es una gran hazaña viajar a ese lugar…loquísima por conocer ese lugar… Si tienes fotografías de ese sitio ojalá y las puedas compartir.
Un abrazo.
Gracias por compartir tus pensamientos y experiencias con nosotros fue increíble leerte . Y sin duda alguna no existe nada mejor que viajar , aprendemos cada cosa nueva y descubrimos todo lo que el mundo tiene para darnos culturas diferentes en pensamiento , en su comida ,olores , sabores , música, paisajes , colores .y experiencias que se quedan en nuestros recuerdos para siempre por que nadie no los podrá robar . desde Canadá abrazo fuerte