Seguro que alguna vez en vuestra vida (incluso muchas veces en vuestra vida) habréis querido desaparecer del mundo. Seguro que en esos momentos os hubiera gustado conocer ese rincón donde desconectar de absolutamente todo. Ese lugar especial donde limitaros a disfrutar “del canto de los pajaritos” y olvidaros del trabajo y del estrés diario. Ese lugar donde, here cuando miras el teléfono móvil, te aparece que no tienes cobertura 🙂 (bueno vale, eso ocurre sólo con Orange! jeje).
Pues bien, ¿qué tal si os digo que ese lugar existe? ¿Y si os digo que ese lugar está más cerquita de lo que pensáis?
Hace un par de meses tuve la oportunidad de aceptar la invitación que me hicieron desde El Pilaret, una pequeña y coqueta casita rural situada en un pueblo de los más aislados que conozco: Azanúy. Por si no os suena, que es muy probable, os cuento que se encuentra en la provincia de Huesca, nurse en pleno prepirineo oscense, a tan sólo 75 kilómetros de la capital y a 50 de Lérida.
Y sí, aquí fue donde encontré este oasis.
Fue Eva quien se puso en contacto conmigo unos meses antes. Agradable y simpática, es la encargada de llevar para delante esta casita rural. Se trata de un negocio familiar que comenzó hace ya algunos años y que cuidan con mimo y cariño. Una delicia de sitio…
Lo más característico al llegar a Azanúy es que, al bajar del coche, lo que suena es esto: .
Has leído bien: nada. Ni coches, ni máquinas, ni gritos, ni música… A pesar de que se supone que Azanúy cuenta con 250 habitantes, las únicas tres personas que vi en el pueblo en los dos días que nos hospedamos fueron dos señoras que rondaban los 90 años paseando calle arriba, calle abajo. Y a Dolores, por supuesto, la encargada de recibir y atender a los huéspedes de El Pilaret y que vivía en la casa vecina. En Azanúy no hay bares ni tiendas. Ya lo he dicho antes: es el lugar idílico para aislarse del mundo.
Nada más entrar en El Pilaret lo que más nos sedujo fue el ambiente que se respiraba. Se trata de una antigua casa completamente restaurada, pero que combina a la perfección lo añejo y lo nuevo. La casa está dividida en cuatro plantas y en total tiene 6 habitaciones, cada una de ellas con su propio nombre asignado: el de una planta o flor característica de la zona. Nosotros nos alojamos en La Amapola.
Me llamó mucho la atención la cantidad de detalles que pueden encontrarse por cada rincón. De esos de los que a un huésped le gusta descubrir cuando llega a su alojamiento en un viaje. De los que te hacen sentir verdaderamente como en tu propio hogar.
La Amapola era una habitación amplia con cama de matrimonio y baño privado (con ducha hidromasaje incluida, ¡que conste! :)). Muy luminosa y tranquila, también tenía un estupendo balcón con vistas al pueblo.
Los detalles de los que os hablaba antes los descubrí, en gran parte, sin salir de ella. ¡Será que no estoy acostumbrada a encontrar complementos tan insignificantes pero importantes a la vez como unas simples zapatillas como no sea en un hotel con determinadas estrellas…! Y eso es sólo un ejemplo. Ya os digo que cada detalle de El Pilaret está cuidado con delicadeza y elegancia.
En la misma planta de la entrada a la casa se encuentran la cocina y el saloncito de desayuno. Pero para mí, el gran descubrimiento, fue al bajar los escalones hasta la sala de lectura. ¡Qué rincón más bonito! Se trata de una estancia llena de libros, discos, películas y juegos de mesa. Tiene una televisión y un ordenador con Internet para todo aquel que necesite usarlo. Un equipo de música y una bola del mundo enorme y antigua con la que quedarse embobado todo aquel al que le guste viajar.
Y, justo al lado del salón de lectura, la bodega. ¡Por si alguien se anima y quiere aprovechar para tomar una copa con sus amigos mientras disfruta de su estancia en El Pilaret!
Ya os he hablado de Dolores. Ella se encarga de recibir a los huéspedes y de asegurarse de que todo esté en orden. Cada mañana, bien tempranito, ya se huelen las tostadas recién hechas desde la habitación. Es un auténtico placer llegar al saloncito y encontrar la mesa con el desayuno dispuesto. Además, hay para elegir: cereales, embutidos, cafés, infusiones y tés… y además, si te quedas con hambre, ¡Dolores se encarga de prepararte alguna tostada más!
En El Pilaret también encontraréis información a través de folletos y tarjetas de visita de las actividades y lugares que podréis visitar en los municipios cercanos. Y es que si no fuera porque los alrededores de Azanúy tienen mucho que ofrecer, me hubiera quedado sin salir de la casa durante todo el fin de semana…
Así que ya sabéis: si tenéis ganas de una escapada tranquilita, ya sea con amigos, en familia o en pareja, os lo aconsejo. ¡El Pilaret es vuestro sitio! Podréis relajaros sin salir de la casa durante todo un fin de semana y así disfrutar de todas y cada una de sus comodidades.
Si por el contrario tenéis un espíritu más aventurero, preparaos: visitar castillos templarios, acudir a degustaciones de vinos, hacer rutas de senderismo, descubrir cómo se hace el queso de cabra o degustar la gastronomía más exquisita… son sólo algunas de las cosas que podréis hacer. Pero si queréis que os cuente un poco más… ¡tendréis que esperar! ¡Muy pronto os hablaré de todo esto en un nuevo post!
Que sitio más curioso, para unos días de relax me parece estupendo y que bien cuidado! Me encanta la mezcla de moderno con antiguo.
Sin duda me lo apunto para cuando necesite desconectar de todo.
Gracias por el post!
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Sara
http://mindfultravelbysara.blogspot.com
Gracias Sara!
Me alegro de que te haya gustado! 🙂 Recomendado 100% este rinconcito oscense.
No dudes en volver por el blog siempre que te apetezca!!
Un saludo,
Cristina.