Quizás pasé montada en aquella barca más de una hora. Desde mi pequeño asiento, casi a ras del agua, veía cómo familias enteras vivían en casas de madera construidas sobre el lago. Comprobaba cómo actividades tan comunes como cocinar, asearse, ir al mercado o lavar la ropa se desarrollaban entre construcciones, templos y campos de cultivo flotantes. Había llegado al lago Inle.