Aturdida aún por el jet lag, pongo los pies por primera vez en las calles de Chicago. Entre rascacielos infinitos y anchas avenidas, paso mis primeras horas en una ciudad que me fascina desde mucho tiempo atrás. Comienzo a recorrerla con paciencia. Parándome en cada detalle. Sintiendo, a cada paso, como si un grupo de viejos músicos de blues tocara una pieza en mi cabeza poniendo así la banda sonora perfecta a mi primer contacto con la ciudad.