Nini tiene 37 años. Es tímida, aunque curiosa. Se defiende muy bien con el inglés y pregunta, pregunta sin cesar. Nini tiene unas manos de santa. No solo da masajes de pies, también sabe todas técnicas para un buen masaje tailandés, el más tradicional del país. Nini me mira fijamente. Y mira de reojo a sus compañeras. Nini es diferente.