A la vuelta de mi viaje a Lisboa me planteé seriamente una pregunta: ¿puede alguien enamorarse de una ciudad? Y mi respuesta fue clara: sí. Y eso fue lo que me ocurrió con la capital lusa. Me enamoré de sus calles, de su gente, de su esencia... ¿Que por qué? Aquí os lo cuento.