Recorrer la parte antigua de Jerusalén hace sentir que retrocedes en el tiempo varios siglos. Y algo más: te hace sentir confundido. Porque valoras cada una de las religiones que se profesan en tan pocos kilómetros cuadrados, pero también sientes y sufres los malentendidos que existen entre ellas. Jerusalén es una ciudad que despierta sentimientos. Aunque, la mayoría de las veces, estos sean encontrados.