Aterrizábamos en Perú y directamente poníamos rumbo, vía avión, a Iquitos, la ciudad más grande del mundo a la cual no se puede acceder por vía terrestre. El caos del tráfico de camino a nuestro hostal ya me hacía intuir que llegábamos a una ciudad viva, con carácter. Pronto me daría cuenta de que Iquitos no era solo la puerta de entrada al Amazonas. Era mucho más...