Hubo un momento en el que perdí la cuenta de cuántas horas llevaba montada en aquel todoterreno. Avanzábamos hacia el norte de Etiopía. Nos esperaba una de las zonas más áridas e inhóspita del país. El lugar donde el agua escasea, donde la pobreza real está latente y, por ende, la malnutrición más azota a la población. Quedaba poco para llegar a Afar y hacía kilómetros en los que todo lo que nos rodeaba se había convertido en desierto.