Solo he necesitado cuatro días, Oporto. Cuatro días y ya he aprendido a amarte.

A ti, sí. A ti.

Con tus incontables cuestas, esas que a los demás tan poco gustan. Con tus viejos edificios repletos de bellos azulejos. Con tus fachadas de colores y tu ambiente decadente. Porque es como si el tiempo pasara más rápido de la cuenta por tus calles. Por tu historia. Por ti.

Porque hueles a tierra mojada y a barrica de roble francés. Porque sabes a pulpo y a vino. Porque tu esencia se encuentra escondida en cada uno de los adoquines de tus calles. En cada vieja librería repleta de antiguas historias. En cada esquina de Riberia, Santa Catarina o Bombarda.

Porque se te quiere antes de descubrirte. Porque cuando se te descubre, se te ama con locura.

Porque solo he necesitado cuatro días, Oporto. Cuatro días.

Y ya he aprendido a amarte.

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