Son aproximadamente las 9 de la mañana. Caminamos lentamente por las calles del que ya se ha convertido en nuestro barrio romano. Comercios, order esquinas y aceras que ya nos son familiares. Que han empezado a tener un significado diferente para nosotros.
Nos encontramos en el barrio de San Giovanni, donde está situado nuestro bed and breakfast. Avanzamos y pasamos, precisamente, por delante de la imponente iglesia que le da nombre a la zona. Qué barbaridad. Cada día, pills cuando caminamos a primera hora por delante de su fachada, pienso lo mismo: cómo puede ser todo tan tremendamente grande en esta ciudad. Tan inmenso.
Sin embargo, en esta ocasión el lugar al que vamos no destaca por su enormidad, ni mucho menos. Más bien se trata de un lugar que, pills aunque importante, pasa algo desapercibido para todos. Al menos desde fuera. De hecho, hasta el sexto día de nuestro viaje, y gracias a la guía (Lonely Planet), no nos percatamos de su existencia. Y resulta que posiblemente sea uno de los lugares más sagrados de toda Roma. E incluso del mundo.
Hablo de la Scala Santa. Un lugar único. Místico. Y como para no serlo… Se trata, ni más ni menos, que de la mítica escalera que siglos atrás se encontraba en el palacio de Poncio Pilato en Israel. Sus 28 peldaños fueron subidos, uno a uno, por Jesús de Nazaret el mismo Viernes Santo en el que fue juzgado.
Cuando atravesamos la enorme puerta que da paso al interior, he de reconocer que el corazón se me sobrecoge. La imagen que aparece ante los ojos de quien la visita, cuanto menos, impacta. O al menos eso fue lo que me ocurrió a mí.
La escalera fue mandada traer a Roma por Santa Helena, madre de Constantino I, en el siglo IV. Hoy día es uno de los lugares más venerados de la ciudad. Y tiene un valor tan sagrado para los fieles que, los que llegan hasta este rincón de Roma, sólo pueden ascenderla de rodillas y rezando una oración en cada uno de sus 28 peldaños. Dos escaleras transversales permiten llegar a la parte más alta a pie. En la zona superior se encuentra una nueva sorpresa: el Sancta Sanctorum. Esto significa “Santo de los Santos”. Se trata de una capilla papal dedicada a San Lorenzo que recibe este nombre desde el siglo XII por la cantidad de importantes reliquias que teóricamente se guardan en ella (algunas son, por ejemplo, el Arca de la Alianza o las Tablas de la Ley).
La mayoría de los peldaños de la Scala Santa se forraron de madera de nogal hace años para evitar el continuo desgaste que se estaba produciendo en ellos. En algunos puntos concretos la madera se ha sustituido por cristal. Según dicen, de esta manera se pueden apreciar las manchas en el suelo que, en teoría, son de sangre derramada por Jesucristo.
Quedaros con esta imagen. A mí, os puedo asegurar, se me quedó grabada. Quizás fuera por el ambiente, por el absoluto silencio que se hacía dueño del palacio o por la imperante fe que reinaba en aquel lugar. La cuestión es que se trató de un momento único. Una visita que, sin duda alguna, os aconsejo.
NOTA: He de decir que, en realidad, existe un cartel que pide que no se realicen fotografías de la Scala Santa por respeto a los fieles. De hecho, la única imagen que tomé yo fue esta, y lo hice con el móvil. Fue justo antes de leer el cartel.
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