Buscar alojamiento suele ser algo que nos importa bastante a la hora de iniciar un viaje. Yo, normalmente, no tengo mucho problema en adaptarme a todo tipo de condiciones. He dormido desde en antiguas prisiones reconvertidas en albergues a tiendas de campaña sobre un 4×4. Desde habitaciones de 5 euros la noche a hoteles de 5 estrellas. En algunos lugares más sola que la una y en otros acompañada en la misma habitación por hasta 18 personas que no conocía de nada…
Lo que sí me importa a la hora de elegir el lugar donde voy a dormir es que la relación calidad-precio sea lógica. Si pago 5 euros por noche soy consciente de las limitaciones que tendrá el lugar en el que duerma. Y si pago 120, cuento con que tendré, como mínimo, determinadas prestaciones. Pero hay ocasiones en las que te sorprendes. Y descubres que también se pueden encontrar lugares en los que por un precio más que simbólico, recibes muchas más cosas de las que podías imaginar.
Esto fue lo que me ocurrió en el Living Lounge Hostel.
Para aquellos que no lo sepáis, según la página web Hostel World los mejores hostels del mundo se encuentran en Lisboa. Nuestro país vecino ha sabido como nadie sacar partido a este tipo de alojamientos teniendo, tan sólo en su capital, 5 de los 10 mejores hostels de todo el planeta.
Fue mi gran amigo Jose, dueño del Córdoba Bed and Be, el que me recomendó, cuando supo que planeaba una escapada a la capital vecina, que me alojase en el Living Lounge Hostel. Sin duda, no pude hacer mejor elección.
El Living Loung Hostel se encuentra en pleno centro de Lisboa, en la Rua do Crucifixo. Una localización inigualable y desde la que se tiene acceso todos los lugares importantes de la ciudad a tan sólo un paso. Además, se encuentra en la misma calle que la parada de metro Baixa-Chiado, a tan sólo unos metros de la salida.
Este negocio lleva funcionando desde el año 2005. Fue entonces cuando cuatro amigos decidieron tirarse a la piscina y construir un sueño. Uno de ellos acababa de llegar de una beca Erasmus en Bulgaria. Allí fue donde, tras conocer a los dueños de un hostel, pensó que quizás ese estilo de alojamiento podría funcionar en la capital lusa. Sin duda, no se equivocaba.
Junto al resto de amigos, todos estudiantes de alguna materia relacionada con las artes (uno arquitecto, otro fotógrafo, artista…) pusieron en marcha el que sería el primer hostel de Lisboa. Se trató del Lisbon Lounge Hostel, en la Rua Sao Nicolau. Años más tarde nacería, además, su hermana gemela: el Living Lounge Hostel, en el que me alojé durante tres noches. Ambos se encuentran en el barrio lisboeta conocido como Baixa.
Nada más entrar por la puerta de cualquiera de los dos hostels invade una sensación de “buen rollito” que no es fácil conseguir transmitir a la primera. Los que cuidan del negocio saben cómo tratar a los huéspedes y hacerles sentir como en casa desde el primer momento.
El Living Lounge Hostel ocupa tres plantas de uno de los antiguos edificios que conforman la parte histórica de Lisboa. Al atravesar la puerta del inmueble y comenzar a subir las anchas y viejas escaleras, intuí que lo que iba a encontrar me iba a gustar mucho.
En la entrada del hostel (la encuentras al subir hasta la segunda planta del edificio), en la mesa de recepción, me recibió uno de los socios del negocio. Con una enorme sonrisa en la cara y chapurreando un español con el que nos entendimos sin ningún problema (menos mal, porque yo aunque lo intento sólo hablo tres palabras de portugués), me atendió agradablemente. De fondo sonaba una música que hacía el ambiente aún más atractivo.
Lo que más me llamó la atención en un primer momento fue la manera en la que el hostel estaba decorado. Muebles de diseño de lo más originales combinados con muchísimo gusto y acompañados de algunas pinceladas que hacían de la estancia un lugar muy acogedor. Por supuesto, los huéspedes tenían su lugar también: detalles como fotografías o notitas de agradecimiento salpicaban el ambiente. Todo dispuesto, sin duda alguna, con el máximo estilo que podáis imaginar.
En la primera planta del hostel, (que no del edificio), se encuentran la mayoría de las estancias comunes. En las siguientes dos plantas hay repartidas 23 habitaciones (de 1, 2, 4, 6 u 8 camas) en las que hay un total de 65 plazas en las que dormir. En cada una de las dos plantas, 4 baños completos. Os puedo asegurar, por propia experiencia, que nunca hay problema para encontrar un baño o una ducha vacíos.
Inés, una de las dueñas del hostel, me contó que cada una de las 23 habitaciones repartidas en las dos plantas había sido decorada por un amigo de los socios. Habían dado carta libre y pedido ayuda a su gente más cercana. Así, los estilos y detalles de cada habitación eran a cada cual más originales.
Yo me hospedé en la habitación lomográfica, en la tercera planta. En ella compartí literas junto a otras 7 personas. Cada una de las literas dispone de un cajón con llave para guardar las pertenencias de manera segura. No tengo ni que decir que no tuve ningún problema. Y eso que durante mi estancia el hostel estaba completo.
Junto a la recepción del hostel, en la primera planta, hay un enorme salón con diferentes chaiselongs y sofás en los que descansar. Entre la amena y llamativa decoración, una silla de barbero de a saber de qué año en una esquina. También una mesa cuadrada cuyo cristal está sujeto por cuatro hilos al techo. Otra mesita, en una pared lateral, sostiene un equipo de reproducción de vinilos.
Probablemente este fuera uno de mis lugares favoritos. De hecho, durante los tres días que me alojé allí pasé más de una hora en este rincón, conectada al wifi gratuito del hostel desde mi portátil. Mientras yo ocupaba uno de los chaiselongs otros huéspedes hacían lo propio. Algunos conversaban animadamente en el comedor de al lado. Otros, echaban una ojeada a la caja repleta de vinilos para escoger cuál de los discos les apetecía escuchar. Como si todos formáramos parte de una gran familia y no nos molestáramos para nada en la convivencia.
Junto al salón se encuentra el comedor. En él, dos enormes mesas dispuestas en línea donde desayunar, almorzar o cenar acompañado por tus vecinos de litera o de habitación. Y, justo a la derecha, una cocina gigante en la que poder preparar aquello que le apetezca a uno.
Todas las mañanas, en esta misma cocina, se sirve el desayuno (incluido en el precio del alojamiento) compuesto por todo tipo de zumos, cereales, mermeladas, tortitas y panes. Mucho mejor que los buffets sosos y aburridos de algún que otro hotel en el que me he alojado, os lo puedo asegurar. Eso sí, ¡aquí el desayuno –excepto las tortitas- se lo prepara uno mismo!
El hostel también cuenta con varios ordenadores con conexión a internet (aunque, como ya os he dio antes, hay wifi gratis en todo el edificio), una televisión, reproductor de dvds y un montón de películas para elegir. Como detalle que me encantó: una guitarra a disposición del que la quiera tocar y así ambientar el lugar.
Lo mejor de este tipo de experiencias es que acabas intercambiando conversaciones con personas llegadas de todos los rincones del mundo. Yo viajaba sola y a veces se agradece una animada charla en la que hablar de viajes y destinos en lugares como estos.
Y si por ti mismo no te atreves, el hostel propone varios planes para conocer mejor la cultura lisboeta y propiciar encuentros con otros viajeros. Por ejemplo, algunos días en semana organizan tours gratuitos (aunque siempre se valora que se deje alguna propina para el guía al final) y guiados por los barrios de la ciudad. También te puedes apuntar a clases de cocina con el cocinero del hostel. El grupo que asiste a la clase, al finalizar, se zampa la cena alegremente. También organizan salidas a bares y discotecas por la noche para aquellos más juerguitas.
Como para mi última noche en Lisboa no quedaban plazas en el hostel, decidí mudarme a su hermano gemelo, el Lisbon Lounge Hostel. Como ya os comenté al principio fue, precisamente este, el primer hostel de Lisboa. Si tuviera que escoger uno de los dos, realmente no sabría con cuál quedarme. ¡Los dos me asombraron gratamente desde el principio!
Cuando le pregunté a Inés, una de las socias, que por qué pensaba ella que el Living Loung Hostel o, por ende, su hermano gemelo el Lisbon Lounge Hostel, se encontraban entre los 10 mejores de todo el mundo, lo tuvo muy claro: son generosos con los clientes.
Os explico: en otros muchos alojamientos, para poder acceder a cualquier servicio extra, hay que pagar. Sin embargo, en estos dos hostels, la filosofía de sus dueños no funciona de esta manera. Para ellos, ante todo está el confort y la satisfacción de sus clientes. Por eso, el día que abrieron el primer negocio, decidieron no cobrar por ningún servicio. No hay que pagar por acceder a la red wifi. Tampoco por el desayuno. Las toallas y sábanas están incluidas en el precio. También tienen secadores de pelo para prestar. Ambos hostels se encuentran abiertos las 24 horas. Y el precio que cobran por, por ejemplo, compartir litera en una habitación de 8 personas, es de 14 euros la noche… Tratándose de una capital europea, me parecen precios más que sorprendentes.
Después de pasar cuatro maravillosos días en la capital lusa no pude regresar a casa más satisfecha. El trato fue en todo momento magnífico y la experiencia, maravillosa. Por esto mismo sé, que si algún día regreso a Lisboa, volveré a quedarme en el Living Loung Hostel. O en Lisbon Lounge Hostel… ¿quién sabe? Porque la calidad no está reñida con el precio. Y ellos me lo han demostrado. 🙂
Soy un gran apasionado de los Hostels y de su ambientillo. Desde hace años Lisboa ocupa el Top mundial en los valorados de Hostel world. Y no solamente con uno, es con varios de ellos.
Que fabuloso lugar! el Chile siempre recomiendo para visitar una ciudad que se llama Olmué, es un hermoso lugar con un cálido clima y cuenta con muchos arriendos de cabañas con piscina en la V región, sin duda un panorama para disfrutar en Chile.
Encontrar un buen alojamiento es complicado así que siempre es bien recibido un dato para poder descansar. Gracias!