Aterrizamos…

Humedad. Colores. Ruido. Palabras desconocidas. Sonidos diferentes. Tráfico. Miradas. Ofrendas. Incienso. Tuc Tucs. Caos y orden. Frío y calor. Rascacielos. Tecnología. Templos. Taxis fluorescentes. Oraciones. Altares. Budas. Música. Sonrisas. BANGKOK.

Joven rezando en Erawan

Con la mezcla del jetlag y la desorientación propia de cuando se llega por primera vez a un país lejano y desconocido, todo esto se fue sucediendo en mi cabeza a velocidad de vértigo. Los ojos bien abiertos, los oídos atentos para entender y dispuesta a preguntar todo aquello que no entendía. Había aterrizado en Bangkok tras 11 horas de avión desde Madrid y, a pesar del cansancio, quería comerme la ciudad.

Tráfico de colores en Bangkok

La Baiyoke Tower II, find el edificio más alto de Tailandia (328 metros)

Academia Tailandia por fin se había hecho realidad. Junto a mi compañera y también ganadora del concurso, Azahara Vico, y Ángel y Rafa, periodistas de viajes y nuestros “maestros”, nos dispusimos a introducirnos en la realidad de esta megaurbe con más de 11 millones de habitantes.

Teníamos hora y media hasta la presentación en el hotel Pathumwan Princess de Thailand Academy, el súper proyecto de promoción del país que la Oficina de Turismo de Tailandia había realizado en gran parte del mundo. Hora y media es mucho o poco, según se mire. Pero suficiente para realizar una primera incursión en la cultura de este país.

Simpatiquísimo dueño de puesto de helados en su tenderete

En una ciudad como Bangkok no hay que despistarse mucho para que los contrastes comiencen a sucederse y la cámara de fotos se prepare para echar humo. Nos encontrábamos en pleno centro neurálgico de la ciudad. En el mismo edificio del MBK, uno de los complejos comerciales más emblemáticos de Bangkok. Torciendo una esquina y siguiendo el camino que el Sky Train (el metro al aire libre que conecta cada rincón de la ciudad) marca por el centro de las principales avenidas, comenzamos a avanzar.

El MBK, uno de los centros comerciales más emblemáticos de Bangkok

Una de las maneras más rápidas y fáciles de moverse por la ciudad: en tuc tuc

Era fácil toparse con puestos callejeros de todo tipo. A los tailandeses les gusta charlar animadamente mientras prueban diferentes exquisiteces de las que se pueden encontrar en los tenderetes. Frutas y frituras diversas. Alimentos de nombres completamente desconocidos para mí, aunque  alguno que otro me traía a la memoria sabores de viajes pasados. Una vez más, los olores se hacían dueños de la experiencia.

Puesto callejero en los alrededores del MBK

Comer en los puestos callejeros de Bangkok es algo obligado en una visita

La mayoría de los tailandeses siempre tienen una gran sonrisa que ofrecer a los viajeros

No muy lejos, en la esquina con el Grand Hyatt Erawan Hotel, encontramos uno de los puntos que más nos sedujo. Un pequeño altar en el que todos, desde tailandeses que iban de paso a algún que otro ejecutivo (y, todo hay que decirlo, también varios viajeros), paraban. Unos para hacer sus ofrendas. Otros, como yo misma, para admirar y asombrarse con parte de esta cultura que tan sólo estaba empezando a conocer.

Varios hombres presentando sus ofrendas a Brahma

Figura de Brahma en el altar junto al hotel Grand Hyatt Erawan

Jóvenes llevando a cabo sus oraciones ante Brahma

Algunos rezaban mientras otros encendían sus inciensos para hacer llegar las plegarias. Hay quien prefería entregar abalorios realizados con flores. Varios músicos tocaban instrumentos autóctonos mientras un pequeño grupo de bailarinas-cantantes, ataviadas con los ropajes más tradicionales de la cultura tailandesa, danzaban y entonaban varios cánticos en honor a Brahma, el dios que es venerado en este pequeño altar. Los fieles en ocasiones también presentan sus ofrendas pagando por este espectáculo para tener contentos a aquellos a quienes dedican sus oraciones.

Músicos y bailarinas en Erawan

Bailarina en Erawan

La estampa con la que me quedo de este momento tan especial es, sin duda, la de una chica joven, de veintitantos años, que sostenía con una mano una pequeña jaula de madera con varios pajarillos dentro. En la otra mano agarraba una hoja que leía para sí misma. Al acabar abrió la puerta de la jaula para liberar así a sus delicadas y pequeñas presas. Un momento mágico, sin duda. (Y del que no tengo fotografía pero sí vídeo… ¡ya os lo enseñaré!).

En lugares como este no puedo dejar de tomar fotografías. Chica rezando.

Ofrendas florales en Erawan

Más oraciones en Erawan

Un taxi rosa, el color que inundó la ciudad una vez el rey cumplió los 80 años para apoyarle y darle suerte, nos llevó de vuelta hasta el hotel y nos rescató durante unos minutos del calor sofocante que hacía en la calle. En esta ocasión, la hora y media había sido bien aprovechada.

Con una presentación llevada a cabo por responsables de Turismo de Tailandia conocimos cada una de las seis rutas que nos llevarían, a los 75 que formamos parte de esta experiencia y que llegamos desde diferentes partes del mundo, a conocer diferentes perspectivas del país.

Mujer en su puesto de jaulas con pajaritos. Estos son liberados como ofrendas a los dioses en los templos.

Nuestra ruta, la del Muay Thai, nos ayudaría a conocer las bases de este antiguo arte marcial. Un tipo de lucha que hoy conforma uno del os pilares culturales del país. Historia y técnica unidas. El pasado de una nación que comenzaríamos a conocer, unas horas más tarde, en su antigua capital: Ayutthaya.

Lo tenía claro: lo mejor estaba por llegar… 😉