Hay ocasiones en las que conoces a gente especial. Gente que nació teniendo ya algo diferente. Algo que le permitiría hacer feliz a muchas otras personas a lo largo de su vida. Normalmente estos individuos suelen desprender una energía que nada más sentirla te hace sonreír. Y más aún cuando ves, con tus propios ojos, el beneficio que aporta a todos aquellos a los que ayuda.
En mi vida podría contar con los dedos de una mano aquellas personas que pueden ser descritas perfectamente de esta forma. Sin embargo, y aunque han sido pocos, dejaron una huella en mí para siempre.
Hoy os voy a hablar de una de estas personas. Un hombre que me hizo cambiar la opinión y los prejuicios que tenía en cuanto a diversos temas. Un hombre que me hizo entender muchísimas cosas en tan sólo cinco días. Un hombre al que admirar toda la vida, porque creo que las personas de esta condición nos hacen, siempre, crecer por dentro.
A José Luis lo conocí antes incluso de hablar con él por teléfono. Sabía que ya había sido entrevistado en algún programa de televisión, así que antes de disponerme a llamarlo, quise saber algo más sobre él. En una sola tarde visioné los innumerables videos que había colgados en internet sobre sus andanzas en Madagascar.
Cuando por fin me decidí a marcar su número, find me encontré al otro lado de la línea precisamente lo que esperaba encontrarme: una voz alegre y simpática que me hablaba como si me conociera de toda la vida. Qué alegría empezar a preparar un viaje a un lugar tan lejano como si fueras a reencontrarte con un amigo!
Tras varias semanas de conversaciones telefónicas, cerrar el viaje completo a Madagascar, y recorrer parte del país grabando Andaluces por el Mundo, llegué a Tulear, un pequeño pueblo al sur de la isla.
Pero mejor que hablaros de las aventuras de nuestras grabaciones, os hablaré de él. De José Luis Guirao.
José Luis es granadino aunque lleva ya más años fuera de su tierra que en ella. Eso sí, su acento no diría lo mismo. Estudió Veterinaria en la universidad de su ciudad y en el año 92, tras acabar, decidió irse a Camboya con una ONG para cuidar y salvar vidas de animalitos. Pero, tratándose de un país asiático como Camboya, no tardó mucho en decidir cambiar de idea: antes de cuidar y ayudar a animales, prefirió hacerlo con personas. Sobre todo con los niños necesitados que conoció viviendo en este entorno.
Así, y con el tiempo, fue como nació Agua de Coco.
Las fuerzas y el tesón de José Luis lograron que poco a poco Agua de Coco se expandiera a más países, a algunos durante un tiempo y a otros para quedarse perennemente. Actualmente Agua de Coco se encuentra en Camboya, Madagascar y en Brasil. Y fue en Madagascar donde José Luis decidió asentarse hace ya 17 años.
Durante los días que pasamos en Tulear junto a él y algunos voluntarios de Agua de Coco (dos de ellos también andaluces) pudimos conocer varias de las actividades que desarrollan en este rincón de Madagascar.
Una de las que más me gustó y con la que más disfruté fue viendo lo que habían logrado con la escuela de Ankalika.
Ankalika es un barrio de los más marginados de Tulear. Se encuentra situado junto al mar y es por ello que muchas de las familias que malviven en él se dedican a ganarse la vida como buenamente pueden trabajando en la pesca o en las salinas. Niños con menos de 10 años trabajan de sol a sol recogiendo sal con sus propias manos. Una vida dedicada, desde que nacen, a subsistir.
Agua de Coco llegó a este barrio hace ya 7 años y decidió mejorar el futuro de los niños creando una escuela. Los proyectos que lleva a cabo la fundación no tratan de desvincular a los niños del mundo laboral. Esto, tratándose de un país como Madagascar, es impensable. José Luis nos contó que muchas de las familias necesitan del dinero que ganan cada uno de los miembros para poder mantenerse y alimentarse. Entendiendo esta grave situación, Agua de Coco lo que consigue es que cada día esos niños reciban clases en la escuela y puedan optar a un futuro diferente al que están predestinados. La mitad del día la dedican a aprender, y la otra mitad, a trabajar. No es una lucha contra el trabajo infantil, es una lucha contra la explotación laboral infantil.
Al encontrarse junto al mar cada vez que llueve algo más de la cuenta el colegio se ve afectado por inundaciones. Pero eso no es nada para los profesores y niños que trabajan y conviven allí. Un mal menor que se salva caminando por los charcos con unos zapatos casi rotos o descalzos… Los medios son los que son y suficiente es ya lo que se ha logrado en este pequeño rincón malgache.
Es increíble ver cómo los niños disfrutan con todo lo que se les ofrece. Podrán vivir en las peores condiciones, pero las sonrisas no desaparecen de sus caras ni por casualidad. Juegan con lo que pueden y aprovechan los pocos recursos para inventar y disfrutar de su día a día. Sé que suena a repetido y que es algo de lo que todos hablamos cuando visitamos países subdesarrollados, pero el verlos felices a pesar de la difícil realidad que les ha tocado vivir y con lo poco que tienen… me parece algo digno de admirar.
Todos ellos, separados por edades, reciben las lecciones en clases acondicionadas para ello. Allí les enseñan matemáticas, historia o francés. Sobre todo francés: el segundo idioma hablado en Madagascar. El único que logrará darles la oportunidad de salir del subdesarrollo.
José Luis nos contó, mientras paseábamos por el colegio, que muchas de las familias de estos niños son monoparentales. Es la madre la única persona encargada de llevar hacia adelante a su familia que perfectamente puede llegar a constar de 7 u 8 niños. Por ello sonn los mismos hijos los que se ven obligados a cuidar unos de otros desde bien pequeñitos. Una dura realidad que los convierte en adultos antes de tiempo.
Otro de los aspectos que logra Agua de Coco a través de este proyecto es que todos estos niños, malnutridos en su mayoría, se alimenten al menos una vez al día. Bajo un techo que hace las veces de comedor es impresionante ver cómo todos y cada uno de ellos devora un plato de comida basado en arroz y legumbres que hasta yo sería incapaz de comerme entero.
Muchos de ellos, en condiciones normales, incluso no llegarían a probar alimento alguno en determinadas jornadas si no fuera gracias al colegio. O en todo caso tomarían algo de mandioca, un complemento esencial y en ocasiones único en la dieta malgache.
Pasar unas días rodeada de estos niños y de sus familias me hizo aprender mucho más de lo que hubiera imaginado. Pero sobre todo gracias a haberlo hecho acompañada por José Luis y el resto de voluntarios de Agua de Coco (¡gracias Javi y Nacho!). Gente entregada a ayudar a los demás de corazón. ¡Por cierto! Ni que decir hay que tenéis mil opciones de colaborar con esta fundación si os apetece aportar algo. Aquí os dejo el enlace en el que os explican todo muy clarito 🙂
Para concienciaros un poco más aprovecho para comentaros algunos datos de Madagascar para que así entendáis mejor su realidad:
La población de Madagascar la componen 20 millones de personas. De ellas, 10 millones son niños menores de 18 años. A este dato añado también, para que lo tengáis en cuenta, que el 50% de los niños que nacen en el país fallecen antes de llegar a los 5 años de edad… Los que superan esa línea suelen estar fuertes y preparados para lo que les venga encima…
Agua de Coco lleva a cabo muchos otros proyectos de desarrollo muy interesantes, e incluso divertidos, en esta zona de Madagascar. Qué os parece si me lo reservo y os hablo de ellos muy prontito en otros posts? 🙂
Hola Cristina! Me encantó este post, biene scrito, buenas fotos y sobre todo te hace reflexionar mucho… no conocia la Ong Agua de Coco:que trabajo extraordinario!!! Espero leer pronto de los otros proyectos!
besito!!
Hola!! Me alegro de que te haya gustado el post! Siempre lo digo, pero así da gusto escribir… 🙂
No te preocupes que muy pronto os seguiré contando sobre Agua de Coco. Realiza una labor increíble en esta zona de Madagascar, a mí me dejó muy marcada… Pero si quieres saber algo más sobre ellos, en el post os he dejado un par de enlaces a su web. Un besote!!!
Hola, estuve hace unos años en Madagascar y conocí la gran labor de esta ONG. Hay mucha pobreza en este país, sobre todo en la zona central y nos alegró saber que por lo menos estos niños tienen un plato de comida y van al colegio. Un post muy bueno!
Hola Ester!
Me alegro muchísimo de que conocieras de primera mano, tú también, el trabajo y el esfuerzo de Agua de Coco por luchar por la infancia de los niños. A mí me pareció algo digno de admirar, sobre todo por la cantidad de cosas que están consiguiendo. Muchas gracias por tu comentario! Eres bienvenida cuando quieras por el blog 🙂