Para aquellos que no la conozcáis, he de revelaros un secreto: Lisboa habla. Sí, sí, como lo estáis leyendo. La ciudad se comunica con sus visitantes de mil maneras diferentes. Deja mensajes, a veces completamente públicos y otras veces ocultos. En paredes de edificios, en puertas y ventanas, en rincones escondidos, en históricos azulejos… Pero lo hace. Y es uno de los detalles que han logrado engancharme de la capital portuguesa.
Tanto me engancha que, a la vuelta de mi último viaje a Lisboa, me planteé algo muy seriamente: ¿Puede una persona enamorarse de un lugar? Y, tras mucho meditarlo, lo tuve claro: sí.
Porque hay lugares que provocan sensaciones tan intensas, que podrían considerarse amor. O, al menos, algo muy parecido. En Lisboa me sentí atrapada, cautivada, seducida. Me quedaba prendada de cada rincón que descubría. Anduve durante cuatro días con los ojos bien abiertos. Con la cámara en la mano para captar cada detalle de la que desde ese momento se convirtió en mi ciudad favorita de Europa.
A pesar de lo que pueda parecer, mi última vez en Lisboa no fue la primera. De hecho, creo que fue mi cuarta visita a la ciudad. Sí, tengo que admitir que no se trató de esos amores idílicos a primera vista. El enamoramiento surgió con el tiempo, mientras la amistad maduraba y fui conociéndola más a fondo. Por eso sé que se trata de amor verdadero. Porque se ha ido gestando con el paso de los años y, de esta manera, ha dado lugar a algo mucho más profundo.
Siempre me ha encantado caminar por las calles lisboetas. Pero me gusta hacerlo sin rumbo alguno. Simplemente comenzar a pasear y dejarme llevar por la curiosidad… Y resulta que da igual el lugar que encuentre. Todo me parece bello en esta ciudad. Como una adolescente locamente enamorada incluso defiendo con fuerza los posibles defectos que pueda tener.
Caminar por las calles de Alfama, Barrio Alto o Chiado. Subir al 28. Descubrir la historia que esconde cada una de sus iglesias o monumentos. Tomar bacalao entre portugueses en algún barecillo escondido. Parar a descansar frente al mar contemplando las olas que chocan contra la Torre de Belem. Hacer cola para probar sus exquisitos pasteles. Admirar las vistas desde alguno de los miradores. Subir a un elevador, no importa cuál. Al fin y al cabo, disfrutar sin prisas descubriendo una ciudad especial y única como Lisboa.
No importa que la ciudad esté repleta de cuestas y escaleras. Para mí sus suelos empedrados invitan a no cansarse y a continuar el camino. Lo curioso es que, no importa por qué callejuelas y esquinas se pierda el viajero: siempre volverá a tropezarse, sin esperarlo, con uno de los elementos clave de la capital portuguesa: sus tranvías. Con el traqueteo propio del que lleva muchos años haciendo el mismo recorrido. Aguantando, fuertes y estoicos, las subidas y bajadas de lisboetas y turistas. Transportando a todos ellos a sus destinos.
También hay quien opina que Lisboa es demasiado decadente. Que sus edificios medio derruidos le dan un aspecto sucio y antiguo. Que podrían modernizarla más y convertirla en una capital renovada. Sinceramente, yo creo que es perfecta tal y como es. Que sus edificios abandonados y medio en ruinas son, precisamente, gran parte de ese encanto que la caracteriza. Son esos matices los que le aportan la imagen de ciudad frágil y delicada. Aunque tan sólo se trate de una máscara: Lisboa realmente es una ciudad fuerte y con carácter. Sin esos edificios ruinosos, Lisboa no sería Lisboa.
A través de ellos se desvela que la capital lusa es una ciudad con historia. Sus habitantes han vivido mil momentos importantes a lo largo de los siglos. Momentos que han demostrado ser clave para moldear, poco a poco, la idiosincrasia y el estilo de vida de los lisboetas. Diversas conquistas, diferentes moradores, religiones y costumbres que se fueron instaurando: desde griegos a romanos pasando por visigodos o incluso los árabes. Un terremoto que en 1755 hizo mella en la ciudad y en el alma de sus habitantes. Que supuso un punto y aparte. Un antes y un después. Un “volvamos a empezar”.
Ya os he dicho que Lisboa habla. Y por eso me he enamorado de ella. Porque, (y esto es un secreto), en mi última visita, a unas horas de abandonar la ciudad de vuelta a casa, me habló. Y entonces sentí que el vínculo que había creado a lo largo de los días visitándola, se hacía más fuerte que nunca.
Fue entonces cuando me dijo que siempre me estaría esperando.
Fue entonces cuando supe que no dejaría que pasara demasiado tiempo hasta reencontrarme con ella.
Tranquila, Lisboa. Muy pronto regresaré.
He tenido las mismas sensaciones hace unos días en Oporto. Es todo tan caótico, ruinoso, sucio, lleno de cuestas y largas escaleras… pero si no fuera así no sería lo mismo, y no sería genial.
Gran post. Un saludo!
Muchas gracias, Víctor!
En Oporto estuve una vez pero hace siglos y fue sólo de pasada. Es otra de mis cuentas pendientes… a ver si me escapo pronto porque me apetece muchísimo.
Me alegro de que te haya gustado el post.
Un saludo y vuelve cuando quieras! 🙂
A mí me pasó algo parecido aunque no he tenido la oportunidad de encontrarme a solas con la ciudad. Me siento a gusto en las ciudades decadentes, creo que está relacionado con mi origen gaditano. El mes que viene me reencuentro de nuevo con Lisboa y siento que me está llamando. Mira, hoy tú publicas esto y ese azulejo ¡me ha hablado a mi también! 😛
Jajaja! Claro que sí, Julia! Lisboa nos habla a todos, sólo hay que estar atenta y saber entenderla…
Qué bien que vayas a volver en breve. Disfrútala mucho y dale recuerdos 😛
Yo espero no tardar mucho en regresar. Me tiene enganchada!
Un saludo y gracias por escribir! 🙂
Me ha encantado tu forma de transmitir todo lo que Lisboa tiene que ofrecer. Yo también estoy enamorada de esta ciudad. Preciosas fotografías, Cristina. Un saludo
Muchísimas gracias, Alicia Bea!!
Me alegro de que te hayan gustado. Por ahora todo el que me ha escrito o contactado por las redes sociales en referencia al post, está de acuerdo. Será que Lisboa realmente es especial?
Un saludo!! 🙂
Lisboa tiene alma y magia, es sin duda la capital de Europa que más amo, me parece un lugar fascinante con una mezcla antigua, hermosa, bohemia y sabia.
Has usado las palabras clave, Iván.
Estoy contigo. Es diferente a todas las demás!!
Sería imposible describir mejor las sensaciones que puede provocar una ciudad cuando uno se rinde ante ella. He visitado Lisboa en numerosas ocasiones desde aquella primera vez en la Semana Santa de 1973. Desde entonces mi alma ha quedado atrapada en el tiempo, en los olores, en la arquitectura decadente, en la sabiduria y honestidad de sus gentes, en el melancólico y eterno fado que puede escucharse en el Barrio Alto, en sus tradicionales eléctricos (tranvías) que traquetean arriba y abajo…
Siempre añoro Lisboa. Siempre caeré rendido a sus encantos. Siempre volveré. Como tú, Cristina.
Sólo una pequeña cosa más: el fatídico terremoto tuvo lugar en 1755. El resto lo suscribo cien por cien.
Toda la razón, José Manuel!
Muchísimas gracias por tus palabras 🙂 Ya tengo corregida la fecha. Ha sido un despiste imperdonable, aunque conocía de sobra la fecha del terremoto. Al escribir le di al número que no era y después no me di cuenta!
Me alegro de que estés de acuerdo con mis sentimientos hacia Lisboa. Un saludo y eres bienvenido por el blog siempre que quieras.
Un saludo! 🙂
Enamorada de una ciudad, las paredes te hablan, creo que me comienzo a preocupar… xDD
La verdad que Lisboa es una ciudad muy fotogénica y es por ello que me gusta tanto, de hecho no voy por allí desde los tiempos de la cámara con carrete, por lo que tengo pendiente una vuelta por allí para realizar un buen reportaje y no ir con la idea de tener que revelarlas 😀
Muy buena entrada!
Pues no lo dudes, José Carlos!
Tienes que volver pronto y disfrutarla al máximo. Seguro que te volverá a sorprender y disfrutarás como yo lo hice paseando con tu cámara.
Anímate y nos cuentas! 🙂
Confieso que no he estado en Lisboa, sed en otras cidduaes y en la costa. Me encanta Portugal y tras leer este artedculo he sentido el ve9rtigo de coger la mochila y viajar hasta alled, montar en el tranveda y dejarme seducir por el encanto de esta ciudad.Gracias Victor.
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Maravillosas las fotografías, gran trabajo el que nos compartes.
Me encantan los tranvías amarillos y el adoquinado blanco y negro de Lisboa. Dan un color muy especial.
Muy buenas las fotos por cierto
Para serte sincero, no pude conectar con Lisboa. No sé si esperaba otra cosa por ser una capital europea o qué, pero el perfil decadente que a tantos viajeros gusta, a mí esta vez no me llegó. En diciembre me voy a pasar año nuevo a Oporto, a la vuelta cuento a ver qué tal fue 😉